La poesía como refugio contra el mundo que nos aplasta

Hay libros que llegan en el momento justo, cuando más los necesitas, aunque no sepas que los necesitas. “Prendas Íntimas (Catálogo Unisex)” de Figu García es uno de esos libros que te abrazan sin pedirte permiso, que se cuelan por las rendijas de tu coraza y te recuerdan que debajo de toda esa armadura que llevamos puesta para sobrevivir cada día, sigue latiendo algo parecido a un corazón.

Me he pasado la vida leyendo poesía, pero pocas veces me he topado con algo tan honesto, tan necesario, tan urgente como estos versos de José García Guadalupe, que ha tenido la inteligencia de firmar con el pseudónimo de Figu García. Porque a veces, para ser uno mismo, hay que inventarse otro nombre, ¿verdad? Como hacemos todas cuando necesitamos ser un poco más valientes de lo que nos permite nuestro nombre de pila.

La estructura del libro es una genialidad. Convertir un poemario en un catálogo comercial, con sus secciones de lencería, transparencias, outlet y hasta avance de temporada, podría haber sido una boutade, un juego ingenioso pero vacío. Sin embargo, García consigue que cada “prenda” sea en realidad una capa de piel, una confesión, una manera de desnudarse sin exhibicionismo. “Ocurre que, no siempre sé si escribo, o si me desvisto sobre una página en blanco”, dice en el primer poema, y ya está todo dicho. La poesía como desnudo necesario, como única forma de ponerse algo encima para protegerse de este mundo que nos devora a pequeños mordiscos.

Los prospectos que acompañan cada sección son pequeñas joyas de ironía inteligente. “Productos altamente inflamables, conservar lejos del pudor”, advierte en la sección de Lencería, o “No recomendamos su uso frente almas indiferentes” en Transparencias. García entiende que la poesía es peligrosa, que puede arder, que no todo el mundo está preparado para mirarla de frente. Y tiene razón: hay almas que no saben qué hacer con la belleza, que se asustan ante la verdad desnuda.

Me ha emocionado especialmente su manera de hablar del mar. No es el mar de postal que tanto me revienta en cierta poesía española, sino el mar de quien ha vivido junto a él, de quien lo lleva en las venas. “Si yo te hablara del mar te estaría mostrando, en todas mis lenguas, aquello que tú ya conoces, mi verdadero nombre escrito en la sal”. Hay una honestidad brutal en estos versos, una forma de entregarse sin reservas que me recuerda por qué decidí dedicar mi vida a contar historias.

Y luego está “Bajo las sábanas de Schrödinger”, que es probablemente uno de los poemas de amor más hermosos que he leído en años. Convertir la paradoja cuántica en metáfora amorosa podría haber sido pedante, pretencioso, insoportable. Pero García lo hace con tanta delicadeza, con tanto conocimiento del corazón humano, que el resultado es devastador. “¿Seguiremos existiendo cuando termine este abrazo?”, se pregunta, y una siente que esa pregunta la ha hecho cada mujer que ha amado de verdad alguna vez.

García no se esconde detrás de la belleza fácil. Su “Carta a Fiódor” es un puñetazo en el estómago, una reflexión política que duele porque es cierta. “Poco queda ya de aquel liberté, égalité, fraternité”, le dice a Dostoyevski, y una piensa en todo lo que hemos perdido, en todo lo que seguimos perdiendo mientras miramos hacia otro lado. Este hombre no vive en una torre de marfil; tiene los pies en el barro y los ojos bien abiertos.

La sección “Outlet y tallas sueltas” me ha partido el alma. Esos poemas sobre amores que no pudieron ser, sobre encuentros fortuitos que se quedan para siempre grabados en la memoria, sobre la Las Vegas del corazón donde apostamos todo sabiendo que vamos a perder. “Algunos amores no piden futuro, tan solo una buena historia”, escribe, y una se reconoce en esa verdad que duele y consuela a la vez.

Lo que más me gusta de García es que no teme el sentimiento. En una época en que la poesía española anda de puntillas, entre el miedo al ridículo y la pose intelectual, él se atreve a sentir, a sufrir, a gozar en público. “Abrázame, por favor, abrázame”, grita sin vergüenza, y una agradece esa valentía porque nos da permiso a todas para gritar también.

“Prendas Íntimas” es un libro necesario, un libro que llega para recordarnos que la poesía sigue siendo el último refugio de los sentimientos auténticos en un mundo que nos enseña a fingir desde que aprendemos a caminar. García ha escrito un catálogo de la intimidad humana que es, al mismo tiempo, una declaración de guerra contra todo lo que nos deshumaniza. Y lo ha hecho con una belleza que duele, con una inteligencia que no se exhibe, con una honestidad que agradecemos hasta las lágrimas.

Andrés García Pérez-Tomás