RESILIENCIA. YOHANA ANAYA RUIZ

Resiliencia, la espera estéril: Yohana Anaya Ruiz y el espejismo de la emoción

Resiliencia, de Yohana Anaya Ruiz, quiere hablar del dolor y la superación, pero solo logra instalarse en una zona tibia del relato, esa donde las palabras suenan bien pero no dicen nada. El libro pasea por lugares comunes con la soltura de quien no teme caerse porque sabe que el suelo está acolchado de frases hechas. En ningún momento, a lo largo de sus páginas, se percibe ese temblor que anuncia que hemos entrado en territorio incómodo; al contrario, todo resulta cómodo, familiar, excesivamente respirable y sin riesgo alguno para el lector que busque algo más que algodón emocional.

Elvira Lindo entendería la tentación de asomarse al drama para evitar la realidad, pero aquí se percibe el giro gratuito, la frase mona, el guiño que busca ternura y no la encuentra. El resultado es que cada poema parece la versión poética de una charla de autoayuda en la sala de espera, donde la resiliencia es consigna y nunca experiencia vivida. Faltan matices, sobra decorado sentimental y el mensaje se atasca en un sentimentalismo que no arranca ni una sonrisa ni una lágrima auténtica. La autora recorre la adversidad como si fuera un catálogo de penas compartibles, pero nunca se empapa de verdad en lo que narra; ni el dolor ni la rabia logran adquirir cuerpo ni peso. Así, la poesía se convierte en consuelo breve, un suspiro de fondo, donde todo el mundo está invitado a comprender y casi nadie a sentir.

El libro, además, elude cualquier riesgo formal. El lenguaje es liso, adaptado a la fácil digestión del lector, que sabe que aquí nadie le va a proponer una metáfora audaz ni una imagen inesperada. Dominan la nostalgia y el deseo de gustar, pero cuando la poesía se escribe para gustar, pierde cualquier posibilidad de permanecer. Resiliencia ofrece un recorrido amable por heridas con gel sanitario, ese tipo de tristeza que no golpea porque está envuelta en burbujas. Los poemas alternan recuerdos blandos y promesas dulces, como si la vida fuera siempre la antesala de un domingo familiar.

El lector exigente se queda con ganas de profundidad, de versos que rasquen. Aquí, todo resbala. El título del libro y el nombre de la autora sobrevuelan la experiencia lectora casi como un recordatorio: esto es lo que se supone que debe decirse, pero no lo que logra sentirse. Resiliencia, de Yohana Anaya Ruiz, es la crónica de una emoción a medias, el eco de una angustia desaprovechada y la invitación a practicar la empatía sin pasar nunca por la incomodidad.

Ángela de Claudia Soneira