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RESEÑA:
La voz que al cielo se alza es un poemario compuesto en tres jirones.
El primero de ellos trata el cementerio o la muerte, la nostalgia del perdido. Pertenecen a este jirón El viento en los sauces, Camposanto o Las Camelias están tristes. Estos poemas están compuestos al modo de un lienzo, cual si se dibujara un paisaje al óleo.
El segundo de los jirones es un homenaje a la poesía en sí misma. Pretende más que recordar a grandes poetas o figuras, expresar el sentimiento del autor ante la presencia de poesías mayores. Mis costados que árbol fueron, recuerdo de una epopeya griega clásica, es un buen ejemplo.
Por último, queda el trabajo sobre Li Sao, que no es el personaje del poema oriental, sino una reinterpretación personal del personaje, inspirado en la compañera sentimental del poeta.
Los tres jirones confluyen entre sí, yendo acá y allá, generando, o intentando generar, un baile, un vals que lleve de la fantasía a la nostalgia, y de la nostalgia al verso.
AUTOR:
Óscar Ocaña (Madrid, 1971) se crio y vivió la mayor parte de su vida en el Gran Sur de la Comunidad de Madrid.
Doliente de una enfermedad mental desde la adolescencia, el arte resultó un camino de dolor y de felicidad, tanto consumido como creado. Atraído desde la infancia por los relatos de Poe, Machen o Borges, el poeta deseó siempre ser un narrador de cuentos.
A los dieciocho años asaltó las tablas escénicas, estrenando tres historias cortas cómicas de gran sencillez. Director de escena seguidor de la escuela de Stanislavsky y Meyerhold, se vio en medio del parto cultural del Sur madrileño, adaptando sus métodos a las particularidades de la zona. Experto en textos para montajes que se pudieran realizar desde un centro social, hasta en un teatro clásico, el autor creaba historias a medida de sus grupos.
Fundador del Grupo de Teatro Sueño y Libertad, gerente del Café Teatro el Gato Negro, autor de una treintena de textos teatrales representados…
Ganó el II Certamen de Teatro Joven Federico García Lorca, al menor montaje, con Por las esquinas. El prisionero recibió el primer premio en el Certamen Context de Teatre de Cornellá, en 2017. Quejidos en el sótano y Las brumas, obras cortas, fueron galardonadas en el Micro Teatro y Punto 2016 y en el Conurbana de Buenos Aires 2017 respectivamente. En 2018 ganó el Primer Concurso Literario de Robledo de Chavela, con el cuento de fantasmas Noche en La Almenara.
Diferentes distinciones, y múltiples trabajos, le han llevado a la publicación de su primer poemario, La voz que al cielo se alza.
Actualmente reside en Oviedo con su esposa.